Hoy me dispongo a narrar un suceso que es poco conocido en nuestra historia, una nueva demostración de la capacidad de resistencia y valor que atesoraban los soldados españoles.
De sobras son conocidas las andanzas de los Tercios por Flandes, Francia, los principados alemanes, las Repúblicas Italianas... e incluso como hemos podido leer en este blog, por el Oriente Lejano incluso.
Pero sobre las batallas y disputas del Imperio Español en el norte de África durante el siglo XVI poco se ha hablado.
Una de las contiendas más impresionantes que se dio en tan árida tierra es la que involucró al Imperio Otomano, dirigido por Hasan Bajá y Jafar Catania, con un grupo de soldados españoles en las plazas de Orán y Mazalquivir (actualmente territorio de Argelia).
Bahía de Orán en 1725
Para entender el porque de este ataque hace falta remontarnos varios años atrás: en 1551 el almirante otomano Turgut Reis logró arrebatar a los caballeros de la Sagrada Orden de Malta la ciudad de Trípoli, y en el 1555 se sumó la caída de Bujía. Por lo tanto las únicas pertenencias que tenían los reinos cristianos en aquellas tierras de piratas berberiscos eran las plazas españolas de Orán y Mazalquivir. Estos dos islotes de cristiandad en un mar islámico suponían un quebradero de cabeza para el Gobernador de Argelia Hasan Bajá, el cuál ansiaba más que nadie adueñarse de dichos pedazos. Así pues y con el beneplácito del sultán Solimán, Bajá pronto reunió a un grupo de 100.000 hombres formado por otomanos, argelinos y jenízaros el cuál se dirigió a la fortaleza de San Miguel en Mazalquivir a finales de marzo del 1563.
Dicha defensa estaba guarnecida por dos caballeros castellanos, Alonso de Córdoba y Martín de Córdoba. Felipe II el cuál era conocedor de las intenciones de Bajá, decidió enviar desde Barcelona una flota con 4000 soldados de refuerzo, pero el infortunio esta vez si se cebo con la Corona y a la altura de la costa de Málaga la mayor parte de los navíos naufragaron. No obstante, unas semanas más tarde y desde esa misma ciudad si que consiguieron llegar diversas guarniciones a los habitantes de las dos plazas.
El 3 de abril de 1563 el ejército otomano comenzó a bombardear la fortaleza de Mazalquivir y a bloquear por mar a Orán para evitar la ayuda.
Fortaleza de Mazalquivir en la actualidad
Tan solo 200 soldados españoles pudieron hacer frente a los 24.000 otomanos, pero la balanza cada vez se decantaba más del lado de Bajá y la resistencia no podría ser eterna. Pero de repente, y cuando la esperanza se desvanecía, una inmensa flota surgida de los puertos de Barcelona, Cartagena, Málaga, Génova y Nápoles llegó a la batalla y liderados por Francisco de Mendoza, Don Álvaro de Bazán y Andrea Doria atacó sin piedad a los otomanos que huyeron despavoridos al no poder soportar el ataque de las 34 galeras ni de los 4000 arcabuceros.
Orán y Mazalquivir recuperaron la paz durante un tiempo, y Alonso y Martín de Córdoba fueron condecorados por el Rey Felipe II por defender tan bravamente y con tan escasos medios ambas fortalezas. Finalmente en el año 1574 y tras varias jornadas de discusión en las Cortes se decidió abandonar Orán y Mazalquivir por el escaso provecho que otorgaban al Imperio.
Batalla de Rocroi
lunes, 28 de abril de 2014
EL MILAGRO DE EMPEL, escrito por Francisco Alcobendas
La historia de la guerra está repleta de arduas batallas, duras refriegas, victorias inesperadas y desenlaces inexplicables. El episodio que me dispongo a relatar no lo podría encuadrar bajo ningún calificativo de los ya mencionados, debido a que la magnitud de los hechos supera la barrera de lo racional; lo podríamos tratar así pues como un milagro.
Pongámonos en situación, desde el año 1568 hasta el 1648 el Imperio Español y las Provincias Unidas de los Países Bajos se vieron involucrados en un conflicto bélico de dimensiones pocas veces superado. La guerra se hizo soporíferamente larga, pero finalmente ésta cesó mediante la firma del Tratado de Munster (1648), por el cuál se reconocía la soberanía propia de las provincias septentrionales de los Países Bajos.
Como es de esperar esta contienda se cobró cientos de miles de vidas humanas así como incalculables daños materiales, pero entre batalla y ofensiva, asedio y resistencia, lucha y huida, la Guerra regaló a la Historia un episodio de tenacidad, bravura, fe o suerte (llámelo como desee) único e irrepetible.
Los Tercios de Flandes constaban de diversos regimientos, y uno de ellos, el encabezado por el Maestre de Campo Francisco González de Bobadilla se vio involucrado en un fuego a tres bandas, entre el ejército de las Províncias Unidas, un grupo de rebeldes y ellos mismos. Así pues además de la inferioridad numérica hay que añadirle el elemento diferenciador de esta milagrosa historia, el Tercio de Bobadilla se encontraba el día 6 de diciembre de 1585 sitiado entre dos ríos, el Mosa y el Waal, y en lo alto de un pequeño cerro en la isla de Bommel.
Si hiciéramos un ejercicio de retroempatía y nos pusiésemos en la situación de aquel grupo de hombres abocados a mejor destino, lo único que se nos vendría a la cabeza sería rezar. Y a veces la solución más sencilla resulta la más eficaz; aquellos hombres abatidos, con la esperanza de vencer diluyéndose como un azucarillo en el café, con el zurrón tan vacío como mojadas sus ropas se agarraron al clavo ardiendo de la fe, esa fiel escudera que otras tantas veces les había tendido la mano.
Ante esta situación el almirante holandés Holak ofreció una rendición honrosa al contingente, pero si por algo han trascendido a los anales de la Historia los Tercios ha sido por su tenacidad y pundonor, por lo tanto y con las siguientes palabras se dirigió Bobadilla al holandés: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación tras de muertos".
Ante este reto Holak decidió recurrir a un método infalible con el cuál jugaba; abrir las compuertas de los diques para inundar la pequeña isla.
Los soldados tercios iban reculando cada vez más con el paso de las horas, ya solo quedaba libre del agua la cima de aquel reducido montículo, llamado Empel por los locales. Pero, y si bien recuerdan lo que les narré unas líneas atrás, como un soplo de aire fresco apareció en la trinchera que un soldado estaba cavando un retablo flamenco de la Virgen de la Inmaculada Concepción. Imagínense el jolgorio que aquel pedazo de madero despertó en los alicaídos Tercios. Ya nada les podría detener.
La noche del 8 de diciembre cayó, y como el niño que abre los ojos la madrugada de Navidad en busca de regalos, los bravos soldados se encontraron un presente caído del cielo. Y es que unos vientos helados acompañados de unas fuertes nevadas congelaron por completo los dos ríos.
¡Eran libres! Una vía de escape sólida en la fría noche holandesa, una vía que aprovecharon para cobrarse en galeras enemigas ardientes todas las calamidades que habían pasado. Los holandeses creyeron que eran fantasmas, pero cuando quisieron despertar de la pesadilla ya era demasiado tarde. Las tropas de Bobadilla y Juan del Águila no dejaron un navío en pie, y ante esta asombrosa situación el almirante Holak pronunció: "Tal parece que Dios es español, al obrar ante mi, tan grande milagro".
Desde aquella mágica noche la Virgen de la Inmaculada Concepción pasó a ser la patrona de los Tercios de Flandes e Italia y siglos más tarde la del Ejército de Tierra.
Pongámonos en situación, desde el año 1568 hasta el 1648 el Imperio Español y las Provincias Unidas de los Países Bajos se vieron involucrados en un conflicto bélico de dimensiones pocas veces superado. La guerra se hizo soporíferamente larga, pero finalmente ésta cesó mediante la firma del Tratado de Munster (1648), por el cuál se reconocía la soberanía propia de las provincias septentrionales de los Países Bajos.
Como es de esperar esta contienda se cobró cientos de miles de vidas humanas así como incalculables daños materiales, pero entre batalla y ofensiva, asedio y resistencia, lucha y huida, la Guerra regaló a la Historia un episodio de tenacidad, bravura, fe o suerte (llámelo como desee) único e irrepetible.
Los Tercios de Flandes constaban de diversos regimientos, y uno de ellos, el encabezado por el Maestre de Campo Francisco González de Bobadilla se vio involucrado en un fuego a tres bandas, entre el ejército de las Províncias Unidas, un grupo de rebeldes y ellos mismos. Así pues además de la inferioridad numérica hay que añadirle el elemento diferenciador de esta milagrosa historia, el Tercio de Bobadilla se encontraba el día 6 de diciembre de 1585 sitiado entre dos ríos, el Mosa y el Waal, y en lo alto de un pequeño cerro en la isla de Bommel.
Si hiciéramos un ejercicio de retroempatía y nos pusiésemos en la situación de aquel grupo de hombres abocados a mejor destino, lo único que se nos vendría a la cabeza sería rezar. Y a veces la solución más sencilla resulta la más eficaz; aquellos hombres abatidos, con la esperanza de vencer diluyéndose como un azucarillo en el café, con el zurrón tan vacío como mojadas sus ropas se agarraron al clavo ardiendo de la fe, esa fiel escudera que otras tantas veces les había tendido la mano.
Ante esta situación el almirante holandés Holak ofreció una rendición honrosa al contingente, pero si por algo han trascendido a los anales de la Historia los Tercios ha sido por su tenacidad y pundonor, por lo tanto y con las siguientes palabras se dirigió Bobadilla al holandés: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación tras de muertos".
Ante este reto Holak decidió recurrir a un método infalible con el cuál jugaba; abrir las compuertas de los diques para inundar la pequeña isla.
Los soldados tercios iban reculando cada vez más con el paso de las horas, ya solo quedaba libre del agua la cima de aquel reducido montículo, llamado Empel por los locales. Pero, y si bien recuerdan lo que les narré unas líneas atrás, como un soplo de aire fresco apareció en la trinchera que un soldado estaba cavando un retablo flamenco de la Virgen de la Inmaculada Concepción. Imagínense el jolgorio que aquel pedazo de madero despertó en los alicaídos Tercios. Ya nada les podría detener.
La noche del 8 de diciembre cayó, y como el niño que abre los ojos la madrugada de Navidad en busca de regalos, los bravos soldados se encontraron un presente caído del cielo. Y es que unos vientos helados acompañados de unas fuertes nevadas congelaron por completo los dos ríos.
¡Eran libres! Una vía de escape sólida en la fría noche holandesa, una vía que aprovecharon para cobrarse en galeras enemigas ardientes todas las calamidades que habían pasado. Los holandeses creyeron que eran fantasmas, pero cuando quisieron despertar de la pesadilla ya era demasiado tarde. Las tropas de Bobadilla y Juan del Águila no dejaron un navío en pie, y ante esta asombrosa situación el almirante Holak pronunció: "Tal parece que Dios es español, al obrar ante mi, tan grande milagro".
Desde aquella mágica noche la Virgen de la Inmaculada Concepción pasó a ser la patrona de los Tercios de Flandes e Italia y siglos más tarde la del Ejército de Tierra.
Gráfica sobre la composición de un tercio español del siglo XVI-XVII
En este esquema podemos observar la composición de un tercio español, en el podemos ver el número de soldados y demás que componían el tercio, aunque hoy día sabemos que no siempre era así, puesto que muchos tercios no llegaban al número de soldados que debían componerlo o en otros casos habían hombres de mas.
En el esquema observamos que un tercio no solo estaba formado por soldados, también encontramos músicos, curanderos, barberos (que también hacían de cirujanos) y sobretodo personajes relacionados con el mundo eclesiástico como capellanes, curas o sacerdotes. Esto nos da a entender la importancia que tenía la religión en los hombres que formaban el tercio.
Los combates de Cagayán
Publicado por Carlos Delgado
Podemos decir que los tercios españoles están bastante olvidados
históricamente, así como todas sus grandes gestas y victorias
militares, pero la que voy a explicar a continuación podría
catalogarse como la victoria mas extraña y a la vez menos conocida
de todas las realizadas por los tercios españoles. Se trata de los combates de Cagayán (provincia de Filipinas), en los que 40
soldados de los tercios españoles al mando de Juan Pablo de Carrión,
comandante veterano, que a los 69 años de edad se enfrento a 1.000 ronines (samurais japoneses sin señor) y
ashigarus (infanteria japonesa armada de mosquete) que ejercían como
piratas saqueando las costas de Filipinas, Corea y China.
Filipinas españolas siglo XVI |
Antecedentes
A finales del siglo
XVI el Imperio Español tenía el control de prácticamente todas las
islas filipinas, gracias a la superioridad tecnológica de la armada
española comparada a la de los reinos cercanos a Filipinas, España
podía mantener una cierta seguridad marítima en la aguas adyacentes
a las islas.
Pero en la década
de los 80 de ese mismo siglo, los Wako (piratas japoneses bien
armados) comienzan una campaña de saqueo y terror en la isla filipina
de Luzón, especialmente en la provincia de Cagayán. Estos pirata
llegaron a exigir tributos a la poblacion de esta provincia, e
inmediatamente el gobernador español de las Filipinas (Don Gonzalo
de Ronquillo) escribe una misiva a Felipe II pidiendo ayuda para
combatir contra estos osados piratas.
La ayuda llega con
el nombre de Juan Pablo Carrión, un veterano militar de la armada
que se propone terminar con la amenaza pirata inmediatamente.
Beligerantes
|
||
---|---|---|
Fuerzas de combate
comandantes:
(Españoles) Juan
Pablo de Carrión, 69 años, veterano marino y militar.
(Piratas japoneses)
Tay Fusa, pirata mas temido del mar de la china, comandante de una
potente flota pirata y mas de 1.000 hombres.
Juan Pablo de Carrión |
Tropas:
(Españoles) 40
soldados de los tercios y 7 embarcaciones militares, seis de ellas
menores, una llamada la Gloriosa era un potente navío español.
(Piratas japoneses)
algo más de 1.000 hombres, algunos samurais, otros ashigarus,
fuertemente armados con material portugués y 19 embarcaciones
militares, 18 de ellas champanes (barco militar tradicional chino) y
un junco (barco militar japonés fuertemente armado)
Ronin (samurai) |
Mosquetero ashigaru japonés |
Batalla
Cuando Carrión
llego al mando de sus 40 hombres y la flotilla de 7 barcos, se puso
inmediatamente manos a la obra y buscó sin cesar a Tay Fusa y sus
piratas, unos días después Carrión divisó uno de los barcos
piratas de Tay Fusa saqueando la costa de Luzón, al momento la
flotilla española comenzó el bombardeo hacia la embarcación
japonesa, y esta, tuvo que huir rápidamente hacia su base de
operaciones. La respuesta de Tay Fusa fue inminente y poco tiempo
después apareció con toda su flota de piratas preparados para
aniquilar a los 40 hombres de Carrión.
Los combates que
precedieron fueron especialmente sangrientos y se libraron tanto en
las embarcaciones de las dos flotillas como en las mismas playas de
la región, los 40 hombres de Carrión rechazaron las embestidas de
samurais japoneses de manera aterradora, mostrando un coraje y una
capacidad táctica militar perfecta. Después de varios combates los
piratas japoneses de Tay Fusa tuvieron que huir de la región al
verse totalmente impotentes por no poder vencer al pequeño grupo de
soldados españoles. El resultado fue aterrador para los piratas que
perdieron a unos 600 hombres, mas de la mitad de su contingente, y
también varias de sus embarcaciones fueron destruidas quedando Tay
Fusa muy tocado y obligándole a tener que volver a Japón.
Los tercios
españoles, concretamente estos 40 soldados y su comandante Carrión,
han sido los únicos occidentales capaces de vencer a los fieros
samurais japoneses, por lo tanto, esta victoria tiene un valor significativo en la historia militar occidental y a la vez refleja la preparación militar y la capacidad moral nunca antes vista de 40 hombres y su comandante que sin temor y con el deber por delante luchan sin miedo en una serie de combates épicos. Esta victoria demuestra la singularidad del soldado español de la época. Como una curiosa anécdota que resume lo sucedido en Cagayán tenemos las viejas leyendas samurais que nos cuentan que estos combates
los libraron contra unos demonios mitad peces mitad lagartos a los
que llaman “wo-kou” (peces lagarto), dando a entender que la ferocidad con la que lucharon los españoles en aquellos combates no era humana.
El asedio de Castelnuovo
Publicado por Carlos Delgado
La
batalla o asedio de Castelnuovo, ocurrió durante el Julio de 1539 en
Castelnuovo plaza situada en la actual Montenegro.
Los
otomanos es su intento de conquistar Europa fueron frenados en Viena
en el 1529, Carlos V fraguó una paz con sus enemigos protestantes,
uniendo a todos los cristianos en la lucha contra el turco, con ello,
se detuvo el avance turco por tierra, incluso pudieron recuperar
terreno perdido y expulsar a los turcos hasta mas allá de Hungría
(lugar donde mantenían sus bases de operaciones), pero en el mar
Mediterráneo, los otomanos seguían siendo fuertes, y lejos de
perder terreno, ganaban posiciones día a día, para evitar esta
situación y poder hacer frente al Imperio Otomano y su potente flota
dirigida por Jeireddin Barbarroja, la cristiandad forma una alianza
denominada la Santa Liga, formada por el emperador Carlos V, la
República de Venecia, el papa Pablo III y el archiduque Fernando de
Austria, con el fin de derrotar a la flota turca del mediterráneo y
conquistar Constantinopla. Rápidamente llegaron los desacuerdos y
las discordias entre los cuatro poderes, haciendo que la Santa Liga
fuese demasiado frágil para la tarea encomendada. En una de las
únicas acciones conjuntas de la liga, el tercio viejo de Nápoles,
junto con tropas venecianas, capturan con éxito la fortaleza de
Castelnuovo, lugar estratégico para el control del mar Adriático y
la defensa del Mediterráneo, inmediatamente, los venecianos exigen
la fortaleza, Carlos V se niega a cederla y Venecia abandona la liga,
el papado pronto romperá también sus acuerdos y con esto queda por
desmantelada la Santa Liga. Ante esta situación, los 4.000 hombres
del tercio viejo de Nápoles, se encuentran solos en una fortaleza de
la costa dálmata, sin aliados ni ordenes, y con tan solo la ayuda de
las 49 naves de Andrea Doria (comandante genovés a las ordenes de
Carlos V) contra las 200 naves que dispone Jeireddin Barbarroja,
pero, ante las nuevas presiones de Francia (que estaba mas cerca de
la alianza con los otomanos que con Carlos V) y la desventaja
numérica de las dos flotas, Andrea Doria también retira su apoyo y
deja totalmente a su suerte al tercio viejo de Nápoles.
Beligerantes
| ||
---|---|---|
Comandantes:
(Español)
Francisco de Sarmiento: Maestre de campo, dirigía el tercio viejo de
Nápoles
Otomano)
Jeireddin Barbarroja: almirante otomano, y corsario turco que
sirvió bajo las órdenes del Sultán otomano Suleiman
I, temido por la cristiandad por su valor en combate y su ingenio en
el mar.
Tropas:
(Españoles)
La composición del Tercio de Castilnovo. Lo formaban 12 compañías
de infantería española y algo de portuguesa de 300 hombres cada una, ciento
cincuenta de caballería ligera y unos quince artilleros. Un total de
unos 4.000 hombres.
(Otomanos)
fuerza compuesta por 200 naves tripuladas por 20.000 marinos
expertos, y 30.000 unidades terrestres, entre ellos los famosos
jenízaros, la infantería de élite otomana, temida por sus enemigos
y bien entrenada en el arte de la guerra
Batalla
Barbarroja sabiendo que el tercio se encontraba solo en Castelnuovo, con tan solo 4.000 hombres y sin recursos suficientes para poder resistir una buena temporada, decide enviar todo su contingente de 50.000 hombres. Al llegar tan solo ordena desembarcar a unos pocos cientos con la misión de reconocer el terreno, estos pocos jenízaros jamás volverán a sus barcos, puesto que, los soldados de los tercios acaban con ellos antes de poder dar ninguna información, Barbarroja inmediatamente manda otro contingente pequeño de jenízaros que es nuevamente aniquilado, ante esta situación Barbarroja decide desembarcar con toda su tropa, el tercio viejo de Nápoles entra en la población de Castelnuovo para resguardarse del enemigo comenzando oficialmente el asedio de Castelnuovo, cabe decir que al principio de este asedio la proporción de soldados turcos a la de españoles es superior a 10 a 1.
Durante
unos días Barbarroja lleva a cabo la preparación del asedio,
colocando sus tropas, su fuerte artillería y su infinita munición.
Antes de comenzar el primer ataque, ofrece una rendición honrosa a
Sarmiento y sus hombres, dándoles libre paso a Italia con sus armas
y banderas con el fin de evitar altas bajas de los dos bandos (puesto
que Barbarroja ya conocía la ferocidad de los tercios) y dando una
solución fácil y rápida al conflicto. Ante este generoso
ofrecimiento de Barbarroja, Sarmiento después de consultarlo con sus
comandantes le contesta al almirante turco con una frase que deja
clara la opinión del soldado español de la época “Podéis venir
cuando queráis”. Los tercios jamás se rendían, los tercios
morían antes que la humillación, cumplían su deber hasta el final,
sin temer las consecuencias, quizá fue por este motivo por el cual
dominaron Europa y prácticamente todo el planeta durante casi
doscientos años. Sarmiento siguiendo esta doctrina y sabiendo
realmente que llegaría la inevitable derrota no se rinde y prefiere
luchar junto a sus hombres hasta el final, sin dejarse intimidar ante
la exagerada magnitud del ejército turco.
Al
día siguiente el 24 de Julio de 1939, la artillería otomana
comienza el intenso bombardeo sobre la localidad de Castelnuovo. La
valentía de los soldados de los tercios y su eficacia en combate
hacen que el 26 de Julio, las bajas otomanos se cuenten entre miles,
aproximadamente unos 6.000 otomanos habían perecido intentando sin
éxito asaltar las bien defendidas posiciones españolas, estos lejos
de defenderse, llevan a cabo un ataque al campamento otomano en plena
noche, causando un número de bajas inmenso y desplegando un gran
miedo a los turcos haciendo que durante los días siguiente
Barbarroja suspendiese los ataques y se limitase a bombardear con su
artillería. El día 4 de Agosto se reanudan los ataques y Barbarroja
decide lanzarse con todo su poderío hacia las defensas españolas,
numerosas veces vuelven a ser rechazados, en algunos momentos la
batalla llega a ser cuerpo a cuerpo, donde de nuevo los soldados de Sarmiento estando la mitad heridos y la otra mitad hambrientos
resisten acometida tras acometida a las numerosas fuerzas turcas, no
es hasta el día 7 de Agosto, en el que sin muralla ni posiciones
defensivas sólidas para los españoles, los soldados de Barbarroja
lanzándose en masa y contándose en miles contra los tan solo 600
españoles que quedan en las calles de Castelnuovo consiguen terminar
el asedio y dar por concluido el final de la batalla. El resultado es
triste para las tropas españolas, que de 4.000 hombres tan solo
sobreviven 100 que son capturados y esclavizados por los otomanos,
pero nefasto para estos últimos que ven como han sufrido 20.000
bajas.
Es
increíble imaginarse el valor de los hombres del tercio viejo de
Nápoles que teniendo todo en contra resisten los ataques de los
turcos con una valentía sin precedentes. Como es lógico, lo
sucedido en Castelnuovo llegará a oídos de todos los reinos
cristianos, dando valor a la batalla y esperanza a la cristiandad en
la lucha contra el turco, por supuesto, la noticia sera conocida por
todos los enemigos del Imperio Español y dará que pensar a
cualquiera que decida declarar la guerra al Imperio sabiendo de lo
que son capaces los tercios españoles.
domingo, 27 de abril de 2014
INTRODUCCIÓN AL MUNDO DE LOS TERCIOS
Este blog está realizado con mucho cariño y mucho arte. En el hablamos de los tercios imperiales españoles, de algunas de sus principales batallas, de anécdotas y leyendas, en general, buscamos dar a conocer la historia de un ejercito que dominó el mundo.
Los tercios imperiales españoles fueron los ejércitos de España durante las monarquías de los Habsburgo desde principios del siglo XVI hasta principios del siglo XVIII. Los tercios fueron la pieza esencial y la clave de la hegemonía militar terrestre. El tercio es considerado como el renacimiento de la infantería en el campo de batalla, dominando por completo el arte de la guerra durante dos siglos y siendo pioneros en el uso de formaciones militares jamás antes vistas. Además, los tercios destacaron por su bravura y falta de temor ante cualquier adversario, siendo varias ocasiones en las que prefirieron la muerte a sucumbir a su enemigo. Así pues, en este blog se relataran algunas de las más meritorias andanzas de este ejército de leyenda.
Francisco Alcobendas García (1992) y Carlos Delgado García (1993) son dos jóvenes estudiantes de Historia en la Universidad de Barcelona. Actualmente cursan el segundo curso de dicha carrera.
Los tercios imperiales españoles fueron los ejércitos de España durante las monarquías de los Habsburgo desde principios del siglo XVI hasta principios del siglo XVIII. Los tercios fueron la pieza esencial y la clave de la hegemonía militar terrestre. El tercio es considerado como el renacimiento de la infantería en el campo de batalla, dominando por completo el arte de la guerra durante dos siglos y siendo pioneros en el uso de formaciones militares jamás antes vistas. Además, los tercios destacaron por su bravura y falta de temor ante cualquier adversario, siendo varias ocasiones en las que prefirieron la muerte a sucumbir a su enemigo. Así pues, en este blog se relataran algunas de las más meritorias andanzas de este ejército de leyenda.
Francisco Alcobendas García (1992) y Carlos Delgado García (1993) son dos jóvenes estudiantes de Historia en la Universidad de Barcelona. Actualmente cursan el segundo curso de dicha carrera.
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